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Mostrando entradas de febrero, 2020

Doce

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Doce Me hablo pidiéndome explicaciones en la gélida madrugada. No me convence ninguna de las dos versiones porque viven engañadas. Exactamente una eternidad después, parece mentira, digno de una cámara oculta. Dentro de nada se empañará la mira y no verá adónde apunta. En ese momento tuvo menos importancia, pensé que sería lo mejor. Creí que refugiarse en otras fragancias acabaría con el olor. ¿Pero realmente he superado la zona si el aire me lleva a su dolor, si sigo en búsqueda del mismo aroma, pero con diferente sabor? Y es que ese aroma a última vez no se quita con Calgón. Ni antes era un diez ni ahora es un dos. Existen multitud de calificativos, pero no merece protagonismo el rencor. Aunque lo que no decimos apriete más que el botón. Las perlas fueron perdiendo su brillo conforme les quitabas el polvo. Ahora sé reconocer el grillo en medio del escombro. En el laberinto servía de escape como una puerta trasera. Que también sirva esto de

Enero

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Enero Enero. Intermitente. Comienzos ficticios, reencuentros y despedidas... Aquí se entiende de inicios, no de sanar heridas. Cambios, cambios. Urgen cambios. Pero no varía la cosecha. ¿Cómo va a cambiar con los años si siempre siembran en la misma fecha? ¿Y de qué sirve cambiar si lo has hecho ya mil veces? Va a servir de poco regar si no vas a mirar cómo crece. Vivo con el miedo de equivocarme de brecha y de dejar de caer de pie. Pero no todo en la bomba es mecha cuando el cronómetro marca veintiséis. Se fue volando sin mirar atrás como hacen los alados. Y si no lo hizo a ras es por miedo a recordar que se ha equivocado. Al diablo con seguir las normas si eso nos obliga a elegir lados. Si van a llover de todas formas, mejor que nos pille anestesiados. Qué falta le hace la sal a la nieve cuando el suelo se muere de frío... Y es que no sabe qué es lo que más hiere, si la quemadura o el ardor del vacío. Enero. Intermitente.

Corbata y gorra

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Corbata y gorra Corbata y gorra, luz y sombra. Con la rectitud de lo correcto, pero con el margen de salirse del molde. Consecuencia de la ausencia de un afecto que le priva del orden. Con un pausado ritmo tan cambiante y, a la vez, tan poco receptivo al estímulo, sólo halla placer en lo rimbombante que resulte ser la rotura del vínculo. Guiado por una moral imperturbable construye su propio muro de revolución. No se para a mirar cuán tenso está el cable porque no depende de ello su porción. Tambores de guerra se escuchan en la cueva, pero no porta ni armas ni munición. La resistencia emplea gemas afiladas por su propia aflicción. Camina inseguro con perfil bajo, ignorando a su príncipe. Diseña cada uno de sus pasos sin saber bien dónde poner el límite. En el barrio es de usted, en lo formal le tutean. Y es que es ver para creer incluso cuando pestañea. Tinte clásico desde siempre. Huye de lo básico, le ofende. Su final trágico sería ser e