Lluvia ácida

Lluvia ácida

Elegimos a qué reloj creer
porque ciegos somos sinceros.
En cada instante decidimos verter
un horizonte de sucesos certeros.
Todo para no errarle a la piel
y, por una vez, darle de lleno.
Todo para recompensar al fiel
y que todos tengamos lo que merecemos.

Soportando el árbol que compense
como el viejo lunático harto de la línea recta.
Haciéndole caso a la mente
ya que todo le afecta.
Haciéndole caso al frente
para organizar la tormenta perfecta
y decirle bien claro a la cara a esa gente
que envenenaron mi menta.

El arte me da juego
para desvestir una idea.
Cuando me pide fuego
le devuelvo una marea.
Y justo ahí, erguido pero expuesto,
me imagino haciendo apnea
en un mar cuyo manifiesto
me respalda en mi tarea.

Lo real debe ser confuso
para que lo tangible me mire a los ojos.
En un panorama difuso
reinan los antojos,
en un laberinto inconcluso
las paredes olvidan nuestros rojos,
en el mar cualquier mal buzo
tiene ventaja frente a los osos.

Ya no le escribo a lo que se puede tocar,
ya no hay privilegios.
Ya no quiero a lo que se puede domar,
ya no vamos al colegio.
Donde siempre quise estar,
donde la lluvia no cala al necio,
donde para ellos no hay lugar
y para nosotros no hay precio.

El regalo que esconde una segunda intención
no es un regalo como tal.
Así que no esperéis bendición
de vuestra sobornada gravedad.



Comentarios

Entradas populares de este blog

El niño

Actitud

Frío abrasador